Cuando empecé con la fotografía de naturaleza, lo hice por curiosidad. Pero con el tiempo entendí que me ayudaba a bajar el ritmo. A estar más presente. Estar en un bosque o frente al mar, cámara en mano, me hace sentir parte de algo más grande.
Hoy, incluso si no saco ninguna foto buena en una salida, siento que valió la pena. Volver con la mente más clara, con esa sensación de calma, es algo que no cambio por nada.
¿Qué puedes aprender de esto?
Que salir a fotografiar puede ser más que buscar “la foto del año”. Puede ser un espacio para desconectarte del ruido diario, bajar la velocidad y reconectar contigo y con el mundo natural. Inténtalo: sal sin apuro, sin expectativas, solo con la intención de observar.